jueves, abril 18, 2024

Vida de una lideresa indígena en el Pantanal paraguayo

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Cuando su comunidad la eligió como lideresa, 10 años atrás, Nancy rompió el paradigma de la nación Yshir, que habita el Pantanal desde hace cinco siglos. Es la primera y única mujer que ha recibido allí esta distinción. Hoy se enfoca en sostener una vida digna para su pueblo a fuerza de trabajo y respetando la naturaleza que les provee.

El CASA C-212, un viejo avión fabricado en los 70, es la opción más rápida, aunque no la más cómoda, para llegar al Pantanal, en el Chaco paraguayo. Esta aeronave forma parte del Servicio de Transporte Aéreo Militar (Setam), y está por despegar de su base en Luque.

Son casi las 08.00 de un viernes, y luego de tres horas de espera, el equipo de Última Hora toma el vuelo, a modo de concretar un encuentro con la única mujer que lidera una comunidad indígena, de las cuatro que existen en el Pantanal Paraguayo.

La mujer a quien vamos a conocer se llama Nancy y tiene a su cargo la comunidad Karcha Bahlut, o 14 de Mayo, como es más conocida por sus moradores. Pertenece a la nación Yshir, llamados Chamacocos por “la nación paraguaya”. En esta distinción vale una aclaración: que la historia de este pueblo data incluso antes de que Paraguay se constituyera como Estado; es por ello que los yshir se autodenominaron una nación, bajo sus propias políticas, normas y costumbres. Para esta etnia, los habitantes de Paraguay que no pertenecen a su pueblo son «paraguayos».

El vuelo en el viejo avión, de espacios reducidos y asientos duros, tiene su encanto. Abajo, la inmensa combinación natural de cauces de agua y vegetación dibuja paisajes que anuncian el esperado ingreso a la Región Occidental, la ecorregión del Pantanal paraguayo.

Es mediodía y el avión aterriza en Bahía Negra, donde un desolado terreno de arena funge de pista. Este modesto pueblo, ubicado a más de 800 kilómetros de Asunción, será el punto de partida para ir hasta Karcha Bahlut, distante a unos 18 kilómetros más. Está en la ribera del río Paraguay, a donde se puede llegar por un solo camino de tierra, cruzando bosques; o por aguas, por los cauces.

El plan es visitar la comunidad ese mismo día, pero estando ahí lo ideado no resulta tan fácil de aplicar.

Los medios de traslado en Bahía Negra son escasos y muy costosos. Quienes ofrecen sus servicios, se excusan en el valor del combustible, que cuesta dos veces más que en Asunción. Y un detalle no menor es que cuentan con una sola proveedora que abastece a toda la zona con nafta y diésel.

Después de todo un día de buscar opciones, al caer la noche, la más barata se presenta en el alquiler de una motocicleta.

Llegada a Karcha Bahlut

En sus 500 años de existencia, la nación Yshir, históricamente, tuvo a hombres al mando. En el orden de jerarquías, primero está el chamán, quien transmite las prácticas culturales y rituales de generación en generación. Luego está la figura del líder, el responsable de gestionar la comunidad.

Si una comunidad quiere, puede cambiar a su líder, pero el chamán se mantiene inamovible de por vida.

En medio de esta cultura patriarcal, una mujer rompe la regla: Nancy Vierci Varela, de 41 años, indígena, lideresa desde hace 10 años, quien tiene las mismas atribuciones que sus pares masculinos y su rol está reconocido por el Instituto Paraguayo del Indígena (Indi).

La posibilidad de un encuentro con ella está mucho más cerca. La moto resiste los 18 kilómetros de tierra, pero una acumulación de agua en el acceso de Karcha Bahlut de por los menos 200 metros, impide el paso. Solo con una canoa se atravesará este obstáculo.

En este acceso de la comunidad está el Museo Verde, hecho de madera, con una estructura preparada de modo tal que no sea afectada por inundaciones. Se inauguró hace apenas un año.

Nancy está del otro lado, mirando desde la orilla, con el mentón bien arriba. La canoa se acerca a ella. Se la distinguía desde lejos, una mujer robusta de estatura promedio, morena. Tenía el pelo negro corto recogido y vestía casual, como en la capital.

De acuerdo con los resultados finales del censo indígena 2012, en la vida cotidiana de los yshir están incorporados varios elementos del modo de vida de la ciudad, como bienes de confort y el uso de las tecnologías, que abarca desde televisores, radios y hasta celulares.

Incluso, adoptan el sistema de educación del Paraguay para acceder a estudios superiores y al trabajo formal, según un estudio de campo realizado por la antropóloga Nélida Otazú.

Lo que mantienen, más allá de todo, es su lengua. En yshir hablan en el día a día, y en el mismo idioma también se enseña en las escuelas a los niños y las niñas.

Tierra de conchas de caracol

La lideresa da la bienvenida desde la orilla. Sobre una remera, viste una camisa de jeans abierta como chaqueta, pantalones y calzados deportivos.

Con su voz gruesa, pero amena, Nancy nos invita a seguirla. Se comunica con dificultad en castellano, pero sus ideas se comprenden. Además de su propia lengua, los yshir también hablan castellano y guaraní.

Como el seno de Karcha Bahlut está en plena ribera, la lideresa conduce la caminata con dirección al río Paraguay. La acompaña su sobrina, una niña de unos 12 años, mientras vamos hacia una orilla alta, cubierta de pasto y llena de árboles frondosos. El aire es diferente, es oxígeno puro.

En esta zona atracan los barcos. Las lanchas y botes se quedan en la parte más baja, entre los abundantes camalotes, donde se puede ver a una de las mujeres yshir lavando ropas.

En el camino, la lideresa menciona que su comunidad tiene 10.500 hectáreas, que la tierra está titulada por el Estado y que ahí viven 34 familias, cuyas viviendas están hechas de karanda’y (Palma), madera que sobreabunda en toda la ecorregión del Pantanal.

En esta ribera tienen una escuela, la única obra que está hecha de material, que fue donada por japoneses en 2006. Al costado izquierdo, de cara al río, también hay una iglesia evangélica hecha de madera de karanda’y, que es otra donación, pero de brasileños.

Nancy detiene la marcha ante la pregunta de qué significa el nombre de la comunidad; hace un silencio, mira el suelo y en segundos levanta la mirada, que fija en el horizonte del río. “Dicen que Karcha Bahlut significa concha de caracoles”, explica, sin entrar en detalles.

Costas gastadas

La lideresa continúa avanzando después hasta un yvapovõ de anchísimo tallo, que tiene feroces raíces. Ahí mismo toma asiento para comenzar a escrudiñar algunos recuerdos. Trae a su memoria, en primer lugar, a su padre.

“Él hablaba bien en guaraní y en castellano. Sabía todo sobre la ley y se dedicaba más a la agricultura, cuando yo tenía entre 8 y 1O años; teníamos grandes huertas”, cuenta con un tono de orgullo y nostalgia a la vez. En esos años, ella había dejado la escuela para trabajar en lo mismo. Como los estudios no eran una exigencia de sus padres, hizo hasta el tercer grado.

“Somos tres mujeres”, cuenta, y hace un gesto con ademán de cálculo antes de agregar: “y cuatro varones”, repasa contando cuántos hermanos son.

Nancy vivía con su madre hasta hace poco más de un año, cuando la perdió, fue una muerte natural. Ahora vive sola, no tiene hijos y tampoco tiene pareja. Tiene por vecina a una hermana suya, quien es la madre de la sobrina que la acompaña en el recorrido.

Permanece sobre la raíz y dirige otra vez la mirada hacia el río, donde las aguas chocan con la orilla. Describe que esas costas eran más extendidas. Todavía mantiene la mirada fija, suspira y lamenta que se hayan gastado. Ella considera que es por la crecida, aunque no hace mucho; un biólogo le explicó que es debido al paso de los buques.

En esta parte del río Paraguay desfilan filas gigantescas de barcazas, las que vienen de Puerto Carmelo con destino a Bolivia o Brasil, o viceversa.

En busca de oportunidades

Buscando nuevas oportunidades, Nancy encontró su lugar en Karcha Bahlut. Nació en Puerto Diana, la más vieja comunidad yshir en jurisdicciones de Bahía Negra. Allí vivió hasta los 24 años y luego probó su suerte en Asunción.

Nueve años antes de convertirse en lideresa, realizó tareas doméstica para familias asuncenas, en 1999, en un asentamiento municipal. “Cuando estuve allá agarramos un terreno en Viña Cué”, cuenta, en tanto detalla que ahí tenía un familiar.

En el 2005, Nancy viaja hasta Karcha Bahlut y conoce la comunidad que hoy lidera. Al principio fue solo de visita, pero en vista a la gran oportunidad que vio en la pesca, en 2006 decide quedarse. Desde entonces se dedica a eso. Con una sonrisa, dice que su vida es mucho más tranquila ahí. Le gusta.

El trabajo ocupa el primer lugar en su pensamiento de cada mañana, en cuanto se levanta a las 05.00, según señala su reloj analógico negro de pulsera.

Las comunidades yshir que están en el Pantanal Paraguayo son: Puerto Esperanza (Onhichta), Puerto 14 de mayo (Karcha Bahlut), Puerto Diana y Puerto Pollo.

“Cuando preparo mi mate, me pongo a calcular sobre el trabajo, porque en la casa no falta. Por ser lideresa no puedo dejar todo atrás. También tengo que hacer la limpieza como cualquiera. Barrer, juntar agua del río, lavar los cubiertos, las ropas”, cita cada una de sus labores contando con los dedos, y enfatiza: “Pero la pesca es lo único que yo sé hacer y de lo que vivo”.

Ante la pregunta de por qué la eligieron lideresa, Nancy piensa otra vez. No es por duda, más bien por timidez. Se le ruboriza el rostro y confiesa: “Yo no quería, pero por tres días me invitaron y me atacaron (insistieron), querían que yo fuera lideresa, y no aceptaba” (sic).

Por insistencia, dejó atrás la duda y dijo que sí en 2008. Ella supone que la eligieron porque toma en serio las cosas, porque lucha por el bienestar de su entorno y porque tiene buena disposición para escuchar a los ancianos, que son considerados los sabios de la comunidad.

La inseguridad que Nancy sintió al principio, se desvaneció con el tiempo, no quedan rastros. Desapareció. La lideresa se convirtió en una mujer firme, la determinación se refleja en sus ojos negros.

La pesca como actividad económica

Un niño yshir merodea en la orilla, mientras la lideresa sigue bajo la sombra del yvapovõ. Tiene una línea de pesca en la mano, con un anzuelo improvisado. La tira al río y, al poco rato, la vuelve a traer hacia él. Así sucesivamente.

Nancy explica que en la comunidad uno, desde pequeño, aprende a pescar, y trae a colación que ella conformó en 2010 la Asociación de Pescadores de Karcha Bahlut, de la cual hoy es presidenta. De esta manera formaliza la pesca, para poder recibir el subsidio de veda.

Sobre aquello que es su oficio y el de todos los pobladores de su comunidad, cuenta que cada familia diseña sus redes. Dice que el trabajo dura todo un día y, si hay suerte, se pueden pescar hasta 20 kilos. En ocasiones de muy mala suerte, caen solo tres en toda una jornada, especifica sin exagerar.

Pero aquello que logró para toda su comunidad, a ella no la beneficia en nada. El Estado no le permite acceder al subsidio por ser soltera. Incluso, un funcionario público le dijo una vez que podría ir a la cárcel si llegase a cobrar la ayuda, cuando en realidad el delito se comete por presentar datos falsos.

“No tengo familia, tengo que hacer muchos hijos y tengo que tener marido”, expresa con un tono de ironía.

No en vano la declaración del primer Encuentro Nacional de Mujeres de 2014 sostenía que la mujer indígena cotidianamente afronta triple discriminación, por su condición misma de mujer, por ser indígena y, además, por ser pobre.

La lideresa no profundiza ese tema, cambia a otro, habla sobre la forma en que se venden los pescados.

Como en la comunidad no pueden hacer hielo y tampoco pueden congelarlos, porque no cuenta con electricidad a todo tiempo, entonces tienen que limpiarlos y enviarlos inmediatamente a Bahía Negra, donde los acopiadores son sus principales clientes.

La única forma de que ellos obtengan electricidad es mediante un generador que funciona a combustible, y no siempre tienen recursos para recargarlo.

El Pantanal provee

Otras dos pequeñas fuentes de ingresos de la comunidad son la artesanía y la miel. Así que Nancy también nos invita a pasar al patio de Rosa, quien sentada en una vieja silleta de madera hace un canasto sobre su regazo, inmersa en una completa concentración. De a poco le añade tiras de hojas secas de karanda’y.

“Nuestra etnia antes trabajaba con karaguata, pero ya están dejando, porque es un poco difícil ir a buscarlo en el monte y caminar 15 kilómetros para traer. Hay otras parcialidades que sí usan esa planta”, argumenta Nancy, observando atenta el trabajo de la pobladora.

Entre sus metas está la de contar con un centro de artesanas para que las mujeres puedan vender sus artesanías, pero considera que el local debe estar fuera de la comunidad, lugar al que todavía cuesta llegar.

En cuanto a la miel, comenta que se vende ocasionalmente en Asunción, de acuerdo a los ciclos del bosque. Se obtiene mediante los panales que producen las abejas. Es por ello que se adecuan a los tiempos de la naturaleza, porque su cultura no contempla otra forma de usar los recursos que el bosque les regala.

Los Yshir pertenecen a la familia lingüistica de los Zamucos, junto a los Ayoreos, que también habitan en el Departamento de Alto Paraguay.

Sin dudas, Nancy es resultado de las cualidades y la conciencia ambiental de su padre. Está implementando, por ejemplo, huertas para el autoconsumo en su comunidad.

Cuenta, presumiendo, que tramitó hace poco la obtención de un tanque para que cada familia disponga de una canilla para el riego de los cultivos. Desde su punto de vista, sin plantas ni árboles las penurias serían más prolongadas para los animales y los propios indígenas. Afectaría a la subsistencia.

Rosa tenía una huerta en su casa, cercada con alambres, cultivada en pequeñas parcelas. Nancy señaló hacia ella y dijo que, de esta forma, implementa con las demás familias.

Así es como la naturaleza sustenta a los yshir y, por ende, los yshir custodian a la naturaleza. La ecorregión de la biodiversidad tiene su guardián.

Después de la larga charla con la lideresa, ella nos permite hacer unas fotos y vídeos de Karcha Bahlut. Cuando el dron levanta vuelo, los niños salen corriendo a mirar, se pelean para ponerse más cerca, y los mayores preguntan cómo funciona. Algunos asienten a la explicación, mientras otros solo se detienen a mirar.

Compartiendo una ronda de tereré, Nancy también está entre ellos. Sin ostentar privilegios, esta mujer hace todo lo posible para que su pueblo tenga una vida digna y tranquila.

Le preguntamos hasta cuándo será la lideresa de Karcha Bahlut. Ella es clara con esto y afirma que cumplirá con ese rol hasta que su pueblo decida lo contrario.

Nancy seguirá sosteniendo a su comunidad, mientras a nosotros nos queda el camino de vuelta a Asunción, en el viejo CASA C-212.FUENTE: DIARIO ULTIMA HORA

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